Permíteme que te escriba unas líneas aunque ahora no sepas
leerlas. Cuando me quiera dar cuenta serás tú quien esboce unas letras y para
entonces la vida puede haber dado miles de vueltas. Por eso, permíteme que te
diga que el tiempo se hace corto y las ausencias muy grandes. Que hay vacíos
tan profundos que nada ni nadie los llenan. El mundo es ahora muy diferente a
cómo tú lo descubriste. Y tu bendita inocencia no conoce la tristeza y la pena.
Permíteme que te diga hija mía que has crecido sin darme
apenas cuenta.
Deja que te enseñe que no puedo protegerte frente a todo ni
aunque construyera para ti un castillo de princesas, libre de males y miedos,
porque éstas no son como las describen los cuentos sino que también lloran y
eso las hace más humanas. No puedo evitar que tropieces, que te lastimes, que
te duela... pero si puedo curarte con abrazos y el cariño más sincero. Aunque
sea consciente que no siempre sea suficiente. Y aunque no pueda hasta donde
quiera, te protegeré hasta donde alcance.
Deja que sea tu madre la que te diga, que tengas cuidado al
subirte a esa silla, que no salgas corriendo si no es de mi mano y todas esas
circunstancias que me hacen temblar aunque sea consciente de que no se tambalea
mi existencia mientras tú, estés en ella. Permíteme que te aconseje y sea tu
guía ahora que no puedes valerte por ti misma hasta que seas tú, quien me
consientas o riñas. Déjame equivocarme porque no soy perfecta pero aún con mis
imperfecciones, soy tu madre.
Permite que te muestre que aún con el corazón roto se puede
seguir queriendo de veras. Los amores más bonitos se extrañan, se buscan, se
esperan… y pueden tocarse aunque no se vean. Pueden entenderse sin que se
expresen y sentir uno lo que el otro siente como dos almas gemelas. Porque
durante algún tiempo han respirado ambos el mismo aliento; compartido espacio
en otro cuerpo incluso escuchado esa misma melodía que fusiona música y letra
en la canción más hermosa de la vida. Y seguirán compartiendo porque ese
vínculo es eterno.
Déjame que te diga que siento nostalgia. Exactamente hoy dos
años desde ese día.
El tiempo es algo que se escurre entre las manos mientras te
miro y observo cuánto has cambiado. No soy realmente consciente del regalo que es
cada día poder verte aunque una realidad me acerque. Siento profundamente lo
efímero de la vida. Y valoro cada segundo de experiencias y aprendizaje contigo.
Permíteme que te describa cómo es una familia unida, donde
viven los ángeles, a qué huele la risa y el campo, cómo saben los besos… pero
tienes que ser tú quien experimente el paso del tiempo, el crecimiento, los
fracasos y éxitos porque en eso consiste vivir. Yo estaré a tu lado para
levantarte y también para verte caer. Y para, sí puede ser, verte cumplir sueños.
El mío únicamente es verte crecer feliz.
Deja que te exprese cuánto has aportado a mi vida, pequeña
Marina.
Deja que te diga que ha cambiado tu aspecto y te ves más
niña, menos bebé. Tus pasos se han vuelto firmes, tu discurso más tierno, tus
manos expertas con la cuchara y tu curiosidad, ilimitada. Déjame decirte que
las noches ya no son madrugada. Que te sigo besando en la frente y mirándote
embelesada.
Permite que me declare y te cuente que te acaricio el pelo,
te susurro al oído, te acurruco, y fuertemente te estrecho y beso. Que es
maravilloso ver tus logros pero inevitable sentir miedo. Que el futuro es
incierto. Déjame que te diga que una madre es vigía y en su espera aviva,
incondicionalmente, esa llama de amor incluso en la oscuridad, después que se
apaga, la única vela encendida.
Firmado: Mamá en tu segundo cumpleaños, hija querida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario