3ª PARTE
La suerte de Leonardo era ahora incierta, un caballero lo llevaba en su carruaje, cabalgando velozmente entre los árboles y dirigiéndose hacia un paradero desconocido. El pequeño lo miraba atentamente y no lloraba, pareciera como si no se hubiera dado cuenta de aquel extraño cambio y con normalidad era conducido al “reino de Sirivijaya”; un reino que llevaba el nombre de su propio rey. Un rey poderoso y muy sabio.
Leonardo miraba en todas direcciones, el carro continuaba moviéndose y zarandeando al niño. Quieto y tranquilo observaba su alrededor.
La neblina del lugar envolvía a aquel caballero y una bruma espesa atípica en una noche de verano, hacían, que a cada paso, desaparecieran entre tan tremendo oleaje. El camino estrecho y angosto precipitaba al caballero a su destino. Tras una larga cabalgata, el caballo se detuvo a los brazos del castillo. Su sombra hacía fiel reflejo en el agua del río y el caballero aguardaba impaciente la llegada del guardián de los portones.
Continuará...
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