Escucho voces que me susurran, mensajes que llegan a mi cabeza como eco ensordecedor, historias que necesitan ser contadas para que otros se sientan escuchados. Entonces escribo en cualquier parte y grito al cielo, a modo de denuncia, lo que mi voz en bajito pronuncia.
A veces, esas voces no me dejan dormir, me desvelan y me atormentan. Piden mi ayuda para que las atrape, las plasme y se introduzcan en otras mentes que, al verse reflejadas, no duden en reconocerse.
No todos pueden oírlas; en lo más adentro hay que sentirlas y tener un sexto dominio que sea capaz de admitirlas.
Sólo unos pocos tienen esa virtud, mentes privilegiadas con ese don especial que te nace, que no se hace. Mentes que poseen el bien de atraer con la palabra, de seducir, de deleitar... Mentes prodigio que intuyen, desde lo hondo, cómo mimarla, cuidarla y cultivarla.
A veces, esas voces no me dejan dormir, me desvelan y me atormentan. Piden mi ayuda para que las atrape, las plasme y se introduzcan en otras mentes que, al verse reflejadas, no duden en reconocerse.
No todos pueden oírlas; en lo más adentro hay que sentirlas y tener un sexto dominio que sea capaz de admitirlas.
Sólo unos pocos tienen esa virtud, mentes privilegiadas con ese don especial que te nace, que no se hace. Mentes que poseen el bien de atraer con la palabra, de seducir, de deleitar... Mentes prodigio que intuyen, desde lo hondo, cómo mimarla, cuidarla y cultivarla.
Los enamorados de este arte fascinante que no alcanzamos a imitar a esas célebres estrellas, intentamos, desde la humildad, producir las nuestras.
Desde la sombra, me siento capaz de expresar; me hierve un deseo impulsor que me incita a escribir, que me anima a mostrar, el lugar exacto, donde mi corazón y mi alma, se llegan a encontrar.
Desde la sombra, me siento capaz de expresar; me hierve un deseo impulsor que me incita a escribir, que me anima a mostrar, el lugar exacto, donde mi corazón y mi alma, se llegan a encontrar.
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